En ocasión del Día de la Mujer, hace algunos años escribí que, para ser mujer, debían aprender a ser mujer, porque esa condición denota características especiales y no solo por la naturaleza… ello motivó disgustos de algunas féminas.

La razón que fundamentó esa exigencia, es porque entiendo que en todas las épocas de la historia de todas las culturas del mundo, consideraron a las mujeres menos que a los varones. Y mire que tuvieron que pasar muchos años y difundir muchos ejemplos de mujeres que demostraron mayor entereza que los hombres.

En este espacio podemos citar hechos protagonizados por mujeres en el mundo, en la en la ciudad, en el campo, en la ranchería más alejada de la civilización y ahí encontraremos ejemplos de madres, hermanas o abuelas que ‘sacaron’ a sus hijos, hermanos, nietos o simplemente niños que guiaron para convertirse en hombres y mujeres de bien.

La mujer, en todos los contextos siempre ha sido una fuente inagotable de inspiración, ya en el amor, en el trabajo, en la familia, en la calle, en la iglesia, en la política, en los deportes, etc.

Quizá lo que molestó aquella vez fue la exigencia de que un caballero requiere de una dama. Y para alcanzar esa categoría no era fácil, porque la mujer siempre ilumina la creatividad para alagarles, para guiar y aconsejar lo mejor de la familia, de la pareja, del trabajo.

Con amor a la verdad, a partir de la década de los años 60s, la imagen femenina ha ganado espacios por ejemplo en la moda, cuando ya podían vestir pantalones… Los clientes de bares, cantinas y pulquerías -generalmente de varones- pudieron ser visitados y consumir por chicas… con mujeres que libremente podían entrar a esos lugares antes prohibidos.

Mi abuela doña María Vargas Román siempre habló de tener cuidado con los excesos y mi madre sentenciaba: ‘la libertad corre el peligro de convertirse en libertinaje’… Y entonces en la toma de posesión del presidente Enrique Peña Nieto, aparecieron mujeres jóvenes vestidas de negro, cubiertas del rostro… armadas con martillos y causando destrozos a comercios de la iniciativa privada y oficinas públicas.

Eran mujeres irreconocibles. Prófugas del romanticismo, desertoras de la feminidad, fugitivas de la conciliación, evadidas de una voz dulce, suave.

Las encapuchadas, fueron clasificadas de ‘Grupos Anarquistas’, identificadas por ser mujeres, pero mujeres “entronas… de empuje…. Violentas… sin miedo… dispuestas… agresivas… enemigas de la sociedad y de la policía… su pretexto: la libertad de expresión…”

El gobierno de la República o el de la capital del País (CDMX) no fueron ni han sido capaces de detenerlas, de procesarlas por delitos como lesiones, daño en propiedad ajena, asociación delictuosa, robo, secuestro, pandillerismo.

Cuando más la policía capitalina de los gobiernos antes del PRD, ahora de Morena, les ha detenido con la fuerza pública por apenas unas horas a ¿las más tontas?, aunque con una multa mínima administrativa, las han soltado y vuelven a lo mismo.

La agresión femenina este año se está previendo, porque empleados contratados por autoridades de la CDMX de la corcholata principal, Claudia Sheinbaum Pardo, ya ordenó el atrincheramiento del Palacio Nacional, instalando una barda de acero de poco más de tres metros de alto y con paneles superiores a 100 kgrs.

En las ciudades pequeñas, las dulces, tiernas y soñadores mujeres feministas, han exhibido sus ‘tendederos’ los nombres y fotografías de varones de todas las edades, acusándolos de múltiples casos, desde miradas lúbricas a los escotes minúsculos de bruzas o faldas, hasta expresiones docentes como “mijita… mi reina… bonita… chiquilla… etc.”
En una justicia a la mujer, la Autónoma de Tamaulipas desde el año 2016, instituyó la Defensoría de los Derechos de los Universitarios, surgida como atención al tercer compromiso contenido en la “Carta Universitaria: Compromiso por los Derechos Humanos”, firmada por la Secretaría de Gobernación, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y la Asociación de Universidades e Instituciones de Estudios Superiores (ANUIES).

Mis felicitaciones a todas las mujeres que se conducen como realmente suelen ser. Mi reprobación para quienes, identificadas con este género, se aprovechan de su sexo para imponer su ¿santa? voluntad.