El Chavo del 8 no sólo trajo consigo inolvidables escenas, entrañables personajes y millones de risas, también generó algunos mitos y leyendas alrededor de los actores, el set de grabación y la propia escenografía utilizada durante las décadas que se realizó el show.
Uno de los objetos más llamativos siempre fue el barril, donde supuestamente vivía el Chavo, aunque varios años después, de acuerdo con el libro El diario de El Chavo del ocho, escrito por el propio Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, y publicado en 1995, se reveló el verdadero hogar del protagonista de la serie.
De acuerdo con el relato, El Chavo nunca conoció a su papá y sólo pudo mantener algunos pocos recuerdos de su madre, ya que se la pasaba todo el día trabajando, debido a su situación, misma que le impedía cuidar a su hijo, la mujer decidió dejarlo en una guardería cada día.
Siempre lo iba a recoger, aunque por el cansancio a veces no se daba cuenta qué niño le entregaban. No obstante, un día jamás volvió por su pequeño. Ahora huérfano, El Chavo, quien en realidad se llama Rodolfo Pietro Filiberto Raffaelo Guglielmi, comenzó a caminar sin rumbo.
Cuando finalizó el show, ese barril, tan enigmático como siempre, quedó abandonado en algún set de Televisa. Poco se supo sobre su paradero durante algunos años, hasta 2012, cuando comenzó a viralizarse la noticia de una subasta con algunos artículos del show.
Según el contenido de los reportes, en ese año, una bodega de vinos ubicada en La Rioja, España (de la cual supuestamente no se reveló el nombre), compró el barril por alrededor de 3 mil pesos, monto que fue sumamente cuestionado debido a la calidad de los materiales y su capacidad.
En aquel entonces se dijo que esta barrica está hecha de roble francés, con capacidad para 225 litros, y fue adquirida para la producción de vinos, el cual, supuestamente, sería vendido bajo el nombre Marqués de Chespirito, el cual sería vendido exclusivamente en Latinoamérica, aunque no existe registro alguno sobre el producto y su comercialización.