CDMX.- La fama, fortuna y gloria de Amy Winehouse fueron directamente proporcionales a su codependencia emocional y a su adicción a las drogas, pero al mismo tiempo fue lo que terminó por destruirla y llevarla a la tumba.
Eso es algo que se verá en Back to Black, el filme dirigido por Sam Taylor-Johnson y protagonizado por Marisa Abela, que mostrará el preámbulo de su fama, su situación amorosa y sus devaneos sentimentales narrados por medio de sus piezas más conocidas, «Me and Mrs. Jones», «Rehab» y «Valerie».
«Todo tiene que ver sobre su música, es a través de sus letras, lo que leí, que se fue contando la historia que teníamos. Y tuvimos la aprobación (de todas las partes) para poder tratar su historia.
«Se hizo con todo respeto, era lo que ella se merecía, (mostrar) el poder de ella como cantautora, era lo que teníamos que contar», dijo Taylor-Johnson en enlace virtual desde Londres, sobre el filme que estrena este jueves.
Aquel 23 de julio del 2011, cuando fue anunciado el deceso de Winehouse, a los 27 años, nació la leyenda, como visionaria y genuina, aunque su paso por la cultura pop, siempre frente a los paparazzi, la hicieron ver atormentada y errática.
«Sentí que desde el principio había una gran responsabilidad, y entre más trabajas, más te acercas a su verdad, a su persona, llegas a una esencia única, a (descubrir) a la persona», describió Abela.
Back to Black ahonda en cómo la ganadora del Grammy se formó musicalmente gracias al jazz y se abrió camino para lograr un contrato discográfico con Island Records, además de la desequilibrada historia de amor con Blake Fielder-Civil (Jack O´Connell) y sus agridulces victorias musicales.
«Realizar lo técnico era complicado, como moverte, tocar la guitarra y cantar, pero lo más difícil y lo que me propuse fue que la gente se sintiera como si estuviera frente a ella, que se fuera con ese sentimiento de verla, de que lo intangible estuviera presente», destacó Marisa, de 27 años.
En esta película, Nick Cave fue el creador de la banda sonora, y quien fungió como coautor, junto con Warren Ellis, de la única pieza inédita incluida, «Song for Amy», una especie de homenaje.
Con pinceladas de aspectos personales, y reacciones a situaciones profesionales muy particulares, fue como la esposa de Aaron Taylor-Johnson construyó el relato basado en el guion de Matt Greenhalgh, en donde expone el por qué de su estilo de peinado beehive, su rechazo al pop comercial y su deseo de formar una familia.
«Mi intención fue profundizar en el viaje de todo lo que sucedió, pero haciendo énfasis en que era una artista brillante, creativa, su voz, su actuación; era figura de una generación. Su música ha trascendido como la de las grandes que ella amaba, como la de Billie Holiday; fue una tragedia, era la víctima, pero no era sólo escándalo, sino un ser profundamente creativo», destacó la directora.
A Amy la acechó siempre el fantasma de la inseguridad y los desplantes familiares, de la soledad y la inmensa alegría de verse enamorada de un hombre tan carismático y conflictivo como Blake, y con quien se ahogó en la farmacodependencia.
Verdaderos culpables
Sam Taylor-Johnson, Eddie Marsan y Marisa Abela coincidieron en que Amy Winehouse fue una víctima de las circunstancias de su carrera artística, y en donde el verdadero villano fue la adicción y, en parte, los paparazzi.
«La gente ha perpetuado la narrativa de culpar a Mitch, Janis, Blake, por lo que sucedió, y es una razón por la que no aceptamos que haya pasado lo que pasó.
«Si hay villanos en la historia son las adicciones y los paparazzi. Por eso se llama ‘Alcohólicos Anónimos’, ‘Drogadictos Anónimos’. Ella nunca pudo tener privacidad y los paparazzi nunca se la dieron, la humillaron, la expusieron de la peor manera», puntualizó Marsan.