El Río Bravo, además de dar vida a las ciudades fronterizas de México y Estados Unidos, es uno de los enemigos más poderosos que tienen los migrantes en su travesía desde su tierra natal hasta la frontera.

Centroamericanos, nacionales del sur y centro de México, han encontrado la muerte en el Río Bravo, pues la tranquilidad de sus aguas les genera confianza, pero una vez dentro del cauce su terreno irregular, remolinos y corrientes los envuelve en pánico perdiéndose entre sus aguas.

En algunos casos los cuerpos de las víctimas llegan a ser recuperados por la unidad de rescate de Bomberos, pero la mayoría son enviados a la fosa común, por carecer de documentación que ayude a dar parte a su familia.

Pese al exhorto de autoridades como Protección Civil y Bomberos, representantes de la Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA) y Casas del Migrante de no ingresar al Río Bravo por el riesgo que representa, son más grandes las ganas de los migrantes de encontrar un trabajo para sostener a la familia que dejaron en su comunidad.

En lo que va de 2021, tan solo en la región de Nuevo Laredo, Tamaulipas y Laredo, Texas, la corporación de Protección Civil y Bomberos ha recuperado 12 cuerpos sin vida del Río Bravo y esto derivado a los reportes que realizan personas que se encuentran en un momento recreativo en las márgenes del Bravo.

En lo que va del año, 12 cadáveres han sido recuperados del río Bravo, la mayoría de migrantes que intentan ingresar a territorio estadunidense, informó Protección Civil y Bomberos municipal, que recomendó a la ciudadanía no adentrarse en el cauce.

En 2020, el Río Bravo cobró la vida de 13 migrantes y en 2019 la estadística de cuerpos sin vida se detuvo en 20 y en 2018 las personas por ahogamiento recuperadas fueron 17. De la cifra total, más del 70 por ciento de las víctimas del Río Bravo no fueron identificadas, presumiéndose que buscaban llegar a Estados Unidos, pero las peligrosas aguas frenaron su camino.